Archivo Histórico del Estado de Tlaxcala

Pocecion ypan altepetl San Miguel Xochitecatitlan año de 1632

Archivo Histórico del Estado de Tlaxcala, AHET, año 1725, caja 71, exp. 7, ff. 196. Pintura en f. 76v. Fojas en náhuatl 76r - 80r.

Publicamos el documento en náhuatl que contiene una pintura, fechados en 1632, parte de un expediente de 196 fojas fechado en 1725.

La parte pintada de este mapa ocupa la mitad superior de la hoja. Su color de fondo es color rosa tenue. La parte inferior es de color más gris, parece el papel sin pintar. Sin embargo la pintura rebasa la mitad superior en cuanto un gran río atraviesa hasta abajo la hoja de papel, y con el trazo de un lindero horizontal recto marcado “Santiago tepantl San Bernabe”.

Casi centrado arriba de la pintura figura un cerro pintado en marrón y con vegetación en verde, marcado Xochitecatzin; en su cima se muestra un montículo con una cruz; en su contorno superior está marcado un lindero como un cintillo cuadriculado; en sus faldas, otro lindero similar escribe: “lindero de Andrés Romero”.  Arriba, a la izquierda del gran cerro, un camino recto señala “tepantl San Francisco Tenanyecac”. Tepantli significa lindero. Desemboca en el gran río mencionado, que serpentea y describe una curva hasta abajo a la derecha de la hoja: escribe atoyatl (río, curso de agua. En este caso, el río Atoyac). Al principio tiene un puente donde se escribe “Pantelón Gómes. Puente”. En sus riberas en la parte alta, el río tiene marcados lo que parecerían árboles.

Abajo del gran cerro, la inscripción que da título a esta pintura: “Pocecion ypan altepetl San Miguel Xochitecatitlan año de 1632”. Significa que esta pintura tuvo el propósito de señalar los límites de las tierras dadas en posesión al pueblo o altépetl de San Miguel Xochitecatiztlan.

A la derecha del cerro aparece otro, de forma irregular. Hay linderos representados como se dijo arriba. El que corta las faldas del cerro escribe “coscasmeme”. Abajo de él se lee: “Tenexyecac. Tepantli San Bernabé Yesotitlan yhuan Don Merchor de Silva yc tecsacueyac” (yhuan significa “y”). Al costado derecho de este cerro, en el extremo derecho de la pintura, escribe en letra muy pequeña: “… de Tenexyecac. Lindero de Antonio de Neyra”. Y más grande: “Tenancocoloc”.

Abajo de ambos cerros corre un camino marcado por huellas de pie que conducen a la izquierda de la pintura. Escribe: “huey otl yahuij San Martin”, camino grande que va a San Martín. Una ramificación de este camino, que conduce a una gran iglesia cerca del puente mencionado arriba, escribe “hotl yahui San Felipe”, camino que va a San Felipe. El cuerpo de la iglesia está pintado en cuadrícula de dos colores, azul y rojizo; parece representar azulejos como los que aun se ven en las iglesias de la zona de Puebla y Tlaxcala.

Al reverso de la pintura comienza un texto en náhuatl (fojas 76r-80r, incluido aquí) que registra que, por orden del juez gobernador don Gregorio Nacianceno,  en 1632 los habitantes de San Miguel recibieron la posesión de sus tierras, contra la pretensión de Alonso Corvello (probablemente Carvallo, portugués) y el español Pantaleón Gómez. La posesión se realizó en presencia de numerosos habitantes de San Miguel y previa declaración in situ de varios ancianos de los pueblos colindantes de San Francisco Tenanyecac, Santa Ana Xalmimilulco, Santiago Michac y San Bernabé Yexochitlan. Al final españoles y naturales se abrazaron y todos quedaron en paz. Esta restitución se basó en la pintura que publicamos, y en provisiones reales que se mencionan en este instrumento legal.

Esta restitución corresponde a la fama del juez gobernador don Gregorio Nacianceno. (1) Nacianceno gobernó 24 años, de 1613 a 1636. Fue un defensor a ultranza de la propiedad tanto del común (“propios” de la ciudad y tierras comunales) como de los naturales de la provincia. De hecho su objetivo era cumplir con las órdenes reales que mandaron alzar en 1549-1553 todas las estancias (haciendas) que estaban en perjuicio de los naturales, aunque los estancieros hubiesen, como en este caso, comprado esas tierras. Logró numerosas y sonadas restituciones y terminó en la cárcel, combatido por los estancieros y todos a quienes éstos alebrestaron, incluidos oficiales del gobierno indio y pueblos indígenas, pues también fue acusado de abusos y corrupción. En el documento en náhuatl aparece también, varias veces, la firma de don Diego Muñoz Camargo, el anterior gobernador, quien era hijo del distinguido historiador homónimo. Es de notarse sin embargo que, según la Historia cronológica de la Noble Ciudad de Tlaxcala, que registra en la propia época la composición del cabildo año tras año, Diego Muñoz Camargo no figura como miembro del cabildo ni en 1632, ni en los años anteriores o posteriores.

Según podemos ver en la visión normal y en satélite de Google Maps, los dos cerros en el centro de la disputa por tierras y representados en nuestro mapa albergan ruinas de sitios arqueológicos importantes: el primero, Xochitécatl; el segundo, aquí inscrito como Cascameme (pintura) o Calaxmeme (texto en náhuatl), es donde se encuentra el sitio de Cacaxtla. El camino que corre bajo ambos cerros sigue siendo el que conduce a San Martín Texmelucan. El río es desde luego el Atoyac. Y la iglesia representada es la de San Miguel Xochitecatitlan. Del otro lado del Atoyac sigue estando Tenanyecac, ya no San Francisco sino San Rafael. Xalmimilulco y Santiago Michac se encuentran al sur de nuestros cerros.  San Bernabé Ycsotitlan es hoy en día San Bernabé Capula, junto al santuario de San Miguel del Milagro, abajo de Cacaxtla hacia el oriente.

A pesar de que aparentemente no se hace referencia, en esta pintura y en el expediente que la acompaña, a estos centros ceremoniales, en Tlaxcala desde luego se sabía de su existencia. A fines del siglo XVI Diego Muñoz Camargo describió la monumentalidad del “principal asiento y fortaleza” de los ulmecas (olmeca xicalanca) en el área del “cerro de la Xochitecatl y Tenanyacac”, ocupado hasta principios el siglo trece según sus conocimientos (Historia de Tlaxcala: 72).

La transcripción del texto náhuatl y su traducción se deben a Ricardo Xochitemol Nava, con algunos cambios de Andrea Martínez. El texto náhuatl tiene algunas incógnitas, como donde dice “llega hasta el río y el axexelatli”. No encontramos el término en los diccionarios, aunque parecería indicar un lugar donde el agua (a- inicial, -atli final) se distribuye (del verbo xexeloa, duplicativo de xeloa, distribuir, dispersar, desparramar), un probable término hidráulico. Otro término poco común es nehuitzantli, traducido por Ricardo Xochitemol como “medida del pie a la mano”.

El texto también presenta una combinación insólita de términos clásicos como altepehuaque, “habitantes o pobladores de los pueblos”, o macehualtin, “campesinos”, con préstamos linguísticos del español que parecen más tardíos: se mil yhuan matlacpohual, “mil doscientos”, en vez del clásico ontzuntli matlacpoualli para decir “mil”.  También escribe tomapan, “nuestro mapa”, “hasta”, préstamos que parecen pertenecer a un periodo más tardío.

Pero no para aquí nuestro descubrimiento de este documento, pues como se ha dicho es parte de un expediente de 196 fojas,  fechado en 1725. De hecho termina en 1752, con el “fallo definitivo” que da por terminado (temporalmente, pues seguirán apelaciones que ya no conocemos) un pleito iniciado en 1732 por el capitán don Antonio de Thorises, vecino de la ciudad de Huexotzingo, contra el cabildo de Tlaxcala y el pueblo de San Miguel Xochitecatitla. Thorises era dueño de la hacienda de labor llamada Santa Elena, contigua a las tierras de Xochitecatitla, y cobraba a ese pueblo una cantidad anual por el derecho a utilizar las que el pueblo consideraba sus propias tierras. Al término del juicio, que incluyó en el expediente el mapa y el texto en náhuatl así como una “vista de ojos” (con interrogatorio a varios testigos locales) y otras indagaciones, la autoridad en Tlaxcala, don Joseph Martínez de Soria, “gobernador por Su Majestad y teniente de capitán general en la ciudad de Tlaxcala” determinó que el cabildo debía pagar a Thorises al menos parte de lo que éste reclamaba. La razón: las firmas de Nacianceno en el texto en náhuatl eran falsas, por lo que se consideraba que todo él, incluido el mapa, lo era también. En la escritura original de la hacienda constaba que el cabildo vendió en 1627 las tierras de Xochitecatitla a Pantaleón Gómez (ver arriba), en 200 pesos a censo, gravamen que Thorizes continuó pagando al cabildo, el cual a su vez cobraba al pueblo 15 pesos al año. Si entendemos algo de todo esto, la conclusión podría ser que, con o sin la restitución de Gregorio Nacianceno, el pueblo debió pagar una renta pero conservó sus tierras, y el cabildo vendió las tierras a un particular ajeno al pueblo, a cambio de recibir una renta periódica. Todo lo cual es una advertencia contra las simplificaciones en el estudio de la historia y las relaciones humanas.

El que un documento y un mapa sean falsificaciones, en este caso elaborados un siglo después de lo pretendido, no los anula como documentos históricos. Sin constancias de posesión no había modo de defender el derecho a las tierras, de modo que, sobre todo en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando la recuperación de la población aumentó la presión sobre las tierras de cultivo, la creación de documentos probatorios de esos derechos fue algo común, con especialistas en ese arte contratando sus servicios en los pueblos. Finalmente, la utilización un siglo después de la figura de Nacianceno y su campaña de restituciones, que fue real, es indicativa de las varias estrategias y la lucha permanente de pueblos y cabildo por conservar sus tierras los primeros, y tener algo de liquidez el segundo, para hacer frente a sus asfixiantes obligaciones tributarias.

Bibliografía

Andrea Martínez Baracs, Un gobierno de indios: Tlaxcala, 1519-1750. México, FCE – CIESAS, 2008.

Diego Muñoz Camargo, Historia de Tlaxcala, Edición de Luis Reyes García. Tlaxcala, Gobierno del estado de Tlaxcala - UAT – CIESAS, 1998.

Don Juan Buenaventura Zapata y Mendoza, Historia cronológica de la Noble Ciudad de Tlaxcala. Edición de Luis Reyes y Andrea Martínez. Tlaxcala, UAT – CIESAS, 1995


(1) El título de juez gobernador significaba que el ayuntamiento o cabildo indígena no lo había electo como gobernador indígena, sino que el virrey, en este caso el marqués de Guadalcázar,  se lo impuso al cabildo. Los gobernadores indígenas en Tlaxcala hasta 1591 eran electos por dos años.