Archivo Histórico del Estado de Tlaxcala

Documentos tlaxcaltecas del siglo XVIII en náhuatl

, varios autores

El Archivo Histórico del Estado de Tlaxcala (AHET) se ha dado a la tarea de localizar, transcribir y traducir al español los documentos en náhuatl localizados en ese archivo. Ya ha publicado aquellos que corresponden a los siglos XVI y XVII y se encuentra preparando los del siglo XVIII. La mayoría son testamentos y compra-ventas de tierras, incluidos en su original náhuatl dentro de expedientes más amplios escritos en español, que documentan con frecuencia la acumulación de propiedades en manos de españoles, o tratan de pleitos legales por tierras.

Gracias a la generosidad del AHET presentamos en esta primera entrega trece documentos, transcritos y traducidos por el profesor Ricardo Xochitemol Nava y revisados por Andrea Martínez.

El náhuatl de estos documentos pertenece a lo que James Lockhart llamó la fase 3 (de 1640-50 en adelante), caracterizada por una mayor influencia del español, lo que se traduce en numerosos préstamos de sustantivos  (incluidos términos de parentesco) y verbos (confirmaroa, “confirmar”, aprobaroa, “aprobar”) y en la adopción de expresiones idiomáticas y de conceptos nuevos, en particular el verbo piya, originalmente “guardar”, convertido en “tener”, con un sentido de propiedad. Muchas palabras han sufrido cambios en sonido (lo que puede reflejar evoluciones en el habla) y en escritura (uso de ll en vez de y, por ejemplo). Se ha simplificado, sin desaparecer, la lengua florida reservada a los dignatarios y a las divisiones político-territoriales. Ahora se usa tlatoca cabecera Tisatla, que hemos traducido como “cabecera y señorío de Tizatla”, tlatocayotl cabecera, “cabecera del señorío”. Se siguen usando los términos altepetl, “ciudad-estado” o pueblo, y tlaxilacalli, barrio. Igualmente, han resistido varios difrasismos: totlal tocuen, “nuestra tierra, nuestra parcela”; toyolocacopa tozeyaliztica, “con mucho gusto, con mucha voluntad”. Es notable la eficaz y precisa traducción de la terminología jurídica española a la lengua náhuatl. Y al mismo tiempo la sintaxis, o construcción misma de las oraciones, mantiene su especificidad nahua, así como fórmulas o rituales en torno a la transferencia de propiedades, que se resisten a ser trasladados al lenguaje de las compra-ventas del modelo castellano.